Cuando pensamos en Rusia todavía solemos imaginar un país enigmático, gigantesco, con mucha nieve en invierno, donde los turistas de países cálidos luchan con el frío, mientras admiran las maravillosas arquitecturas de la Plaza Roja de Moscú, o contemplan las coloridas cúpulas ortodoxas. Pero Rusia es mucho más que un vasto territorio en un sólo continente, es un país que convive con dos identidades, una europea y otra asiática.
¿Qué es lo primero que nos viene a la mente cuando pensamos en Rusia? Quizá los tigres siberianos o las temidas temperaturas gélidas que en inviernos pueden bajar hasta -67,8°C en algunas zonas del país, como Oimiakón o Verjoyansk. ¡No te asustes! En San Petersburgo o Moscú, el clima es menos frío (-7 a 10 °C) y soportable si llevas un buen abrigo y un gorro.
Al hablar de Rusia ahora, me viene a la mente la música clásica de Tchaykovski (sobre todo “El Lago de los cisnes” y “El Cascanueces”) y los libros de León Tolstói y Fiódor Dostoyevski. ¡Y cómo olvidar la perrita Laika, el primer ser vivo que viajó al espacio en 1957.